Capítulo 117: Escribiendo

La luz del sol no entra en mi cabeza, porqué según dice el ya tan sudado y cutre refrán, las lágrimas de mis ojos impiden que pueda hacerlo.

Siento que las vías del tren que en verano había visto, ahora se han convertido en túneles negros de difícil salida. Las estrellas ya no brillan en mi ventana, ni tampoco baja de la montaña la niebla que lo cubre todo plácidamente.

Cierro los ojos, y veo recuerdos de estos días, veo la mano que me agarra. Veo el beso eterno de despedida. Veo la amargura de los demás e intuyo lo que sienten los otros.

Sigo caminando por la vida como el primer día que tuve unas bambas nuevas, y decidí que no me las quitaría hasta haberlas desgastado. Luego resulta que veo otras que me gustan más (o eso creí) y las voy alternando. Hasta que me doy cuenta que las primeras me habían gustado más siempre. Pero resulta que ahora están ya un poco rotas, y las puedo intentar arreglar con algun apaño. Pero ya no serán las mismas.
Y me pregunto, ¿porqué se me romperán? Han vuelto a mí sin darme cuenta, y de repente las veo mejor que nunca, y las quiero más que nunca, y no me las puedo quitar. ¡Pero están rotas! Intento cuidarlas, intento que vuelvan a tener el mismo color. Y cuando lo consigo, cuando más he luchado para que sean las mejores, cuando se que las tengo a tocar de los dedos para volvérmelas a poner...Entonces ocurre que ya no me sirven. Están tristes por dentro, y eso las hace inutilizables. Una bamba triste por dentro no es más que otro objecto absurdo, lo sé. Pero a estas alturas de la historia, ¿es más que probable que ya no esté hablando de bambas, verdad?

Siento que me agarro de esa chaqueta una y otra vez, y no me soltaría nunca.
Una chaqueta para el frío, una chaqueta para los besos, una chaqueta para esconderse, una chaqueta para refugiarse, una chaqueta para que me metas dentro.

Pero te soltaste para atarte el cordón de tus bambas, que hace tanto tiempo que llevas suelto y que no te deja andar, y lo llevas arrastrando.

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