Capítulo 84: Exponiendo

El dolor es algo a veces imperceptible.


A veces está ahí, sin que lo sepamos. En estado latente. Solo es necesario un catalizador para ponerlo en marcha.

Sin embargo, aun sabiéndolo, nos negamos ante la evidencia de que algo malo nos acecha. En estos casos, puede derivar en dos cosas. O dos síndromes, mejor explicado.

Por un lado, aún sabiendo que ese dolor nos afecta de manera directa, persistimos en convivir con él porque nos acaba gustando. Eso es el síndrome de Estocolmo. Es decir, nos acabamos apegando a aquello que nos hiere.

Y por otro, si no somos conscientes hasta el final, de que el dolor nos ha gastado hasta la última gota de energía; eso deriva en el síndrome de Burnout. Llegados a este punto, se reflexiona con que el dolor ha unido mente, cuerpo y alma para quemarlas en un todo.

En cualquier caso, el dolor seguirá formando parte de todos nosotros (las personas tediosamente conocidas como “normales”). Pero ya hace tiempo que tengo la teoría de que en el mundo existen personas “no normales”. Son inertes a conocer el verdadero sentimiento, son incapaces de saber qué afecta a los demás; en consecuencia, son discapacitados emocionales.

Su rumbo es inconstante, y en su camino arrasan con lo que encuentran. Aun sabiéndolo, crean a su alrededor un cerco de destrucción, un halo farandulero, y un estigma social que afecta a todos los que los rodean.

Normalmente, se arman de mentiras y otras armas que les sirven para poder salir del paso. Y precisamente por eso, su conclusión es siempre la misma, su autodestrucción. La discapacidad emocional les impide estar advertidos de su final.

No siendo capaces de retener nada entre sus manos, aunque se esfuercen nunca podrán comprender de qué manera funciona la relación social “normal” entre individuos. Un mero sentimiento se convierte en algo podrido en sus manos, y en consecuencia, se pudren entre los de su misma especie.

No explicaría esto, si (como ya debe ser evidente) no dijera que he tenido la “gran suerte” de cruzarme con uno de estos seres.

Realmente a estas alturas ya me da un poco igual; porqué reflexionando, uno entiende que no se puede comprender lo incomprensible. O que no merece la pena gastar ni un ápice de energía en entenderlo o reflexionarlo. La farsa es la farsa, y cuando (y con perdón) hay tanto hijo de puta suelto, el teatro lamentablemente, seguirá lleno. Tendremos espectáculo para largo tiempo.

Pero bueno, es lo de siempre, el tiempo pone a los objetos, conceptos y personas en su lugar. Esto, sabemos “los normales”, que es una gran verdad. Lástima que ese otro tipo de personas, no lo saben hasta que no se encuentran en ese lugar que les corresponde: la miseria.

6 comentaris:

Anónimo dijo...

Aún así, siempre iremos hacia adelante. Disfrutando de lo que nos rodea. Valorando lo que tenemos.
Me gusta no ser un discapacitado emocional.

JOS dijo...

Ya lo creo Alex...pero seamos sinceros, se nos acaba el Primperan de las ganas de vomitar que nos provocan ;-)

Anónimo dijo...

algo;
nadie sabe por qué un día el amor nace,
Ni sabe nadie por qué muere el amor un día,ni nadie nace sabiendo, nace sabiendo
Que morir también es ley de vida.
volverás a esperanzarte y luego a desesperar.Y cuando menos lo esperes, tu corazón va a sanar;y va a volver a quebrarse mientras le toque pulsar.
lau

Anónimo dijo...

algo...más;
Tal vez fue algo de la puesta de sol,
o algún efecto secundario del té,
pero lo cierto es que la pena voló
y no importó ya ni siquiera porqué
Algunas veces, mejor no preguntar,
por una vez que algo sale bien,
si todo empieza y todo tiene un final,
hay que pensar que la tristeza también.
lau

Anónimo dijo...

y sabes que te digo chavalin...
que mañana te viá dá pal pelo...

chof!! chof!! :)
un abarzo

lau

JOS dijo...

lau lau laaaau....tu siempre ahí... :D